Por: Namphi Rodríguez
José Tomás Pérez le hace un flaco servicio a sus compañeros y acólitos cuando trata de eludir las causas reales que llevaron a la estrepitosa caída del PLD en las elecciones del pasado domingo.
Absorto aún en el impacto del desplome, Pérez atribuye la pérdida de más de un millón de votos a dos factores teóricamente atendibles: a) la división y, b) el agotamiento de un modelo partidario que se desvinculó completamente de la sociedad.
Todo eso tuvo como telón de fondo los acontecimientos vinculados con la apertura de una agenda para la segunda reelección del presidente Medina hacia el año 2018 y la puesta en práctica de una política de ruindades contra Leonel.
Conjuntamente, desde sectores periféricos al PLD se impulsan acciones procesales ante el Tribunal Constitucional que buscaban que el máximo intérprete de la Constitución declarara inconstitucional la cláusula del Transitorio Vigésimo que impide a Medina aspirar en el 2020.
La Torre de Babel terminó yéndose abajo en julio de ese año cuando Danilo Medina sitió el Congreso Nacional con fuerzas militares para imponer la reforma a la reelección, lo cual provocó la intervención del secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, quien a través de una llamada telefónica detuvo el carrusel reeleccionista.
Inmediatamente, Danilo se vio en la urgencia de elegir a un sustituto mediante un turbio método que se asemeja al “dedazo mexicano” para que Gonzalo Castillo encarnara “una reelección en un cuerpo ajeno”.
Tras desplazar a los demás aspirantes de su facción, Danilo llegó a las primarias abiertas del 6 de octubre, implementando un nuevo método de votación automatizado que se hizo asegurar en la nueva Ley de Régimen Electoral (No. 15-19), con lo cual perpetró un fraude masivo contra el líder del PLD. Ese fue el principio del fin.